sábado, 20 de junio de 2009

Exilio infinito

Y llego la muerte invisible que te estaba esperando
pero tu seras inmortal pues ni te opacas ni moriras por un tiempo y jamas correras el riesgo del doble olvido.
Ayer que partiste.
La luna quedo congelada y faltaras en la
proxima asamblea del futuro sin aviso.
Mientras el senor molusco sera como el hombre que mira a otro hombre que se mira
Sin ti no me sirve tan mansa esta esperanza, la rabia tan sumisa, tan debil tan humilde.
Me sirve tu sendero companero.
Tu ausencia me duele en el lado oscuro de mi corazon.
Quien no ha parado de llorar por el ombligo a lagrima viva,llora a chorros, llorar como cocui o cocodrilo ya que fuiste tu mi y tu tactica y estartegia para que yo nunca me salve

Sara Molano

martes, 16 de junio de 2009

No se ha ido, imposible.

"...después de este dolor redondo y eficaz, pacientemente agrio, de invencible ternura, ya no importa que use tu insoportable ausencia ni que me atreva a preguntar si cabes como siempre en una palabra...”


No se ha ido, imposible. Solo puso un sello, una signatura. Mario vivirá por siempre. Y mira que me lo encontré en un amarillento libro de poemas que querian tirar de un desván. Mira que ya no lo tengo, este libro. Menos mal que lo metí en mi sangre, leyéndolo. Porque voló, no se si lo regalé o me lo robaron. Menos mal que Mario me asalta por todos lados. “Acaso puede invalidarse del amor un aliento?”

Adios Benedetti …

Los viudos de Mario Benedetti.

No pasaban de quince, y no hacía tanto frío. Se agolpaban -dirían los viejos- frente a la puerta, esperando el momento en que Serrat saliera. Yo estaba algo más lejos; quizá a la izquierda de un roble, esperando en silencio.
Sale Serrat: flashes, abrazos, doñas dándole besos, la plumita y el disco, la plumita y el póster, la plumita y el libro.
Es amable, pero está cansado y se nota que no quiere estar ahí. En tres minutos deja de firmar cosas y de posar con gente. Avanza, y avanza a donde yo estoy.
Me le lanzo, y me aferro a él. Lo abrazo casi de golpe sacándole un poco el aire con mi cabeza hundida en su pecho. Y de la nada, sin poder contenerlo, empiezo a llorar en su solapa.
"Se murió Mario" le decía. "Se murió Mario" una y otra vez.
Y Serrat me toma de los hombros y me dice "¿Cuál Mario, tío? ¿De qué Mario me estás hablando?" y le digo yo "De Benedetti, carajo, se murió Benedetti"
Y Serrat se pone como si le hubiera dado un tiro. Se lleva la mano al pecho volteando a todos lados. Buscando con la otra mano un lugar dónde apoyarse, da con el roble, se recarga en él, y se deja caer al piso. Llorando sin sollozos.
En cambio, yo ya tengo hipo, y sendos lagrimones me dejan la bufanda como sopa.
Serrat y yo lloramos juntos, rodeados por las quince personas que en silencio nos veían -a mí de pie, a él sentado- lagrimear. do.
Eventualmente dejo, dejamos de llorar. Sólo entonces me quito los lentes empañados, y me tallo los ojos con los puños cerrados. Serrat también se talla, pero él con las palmas abiertas.

Cuando a la mañana siguiente le digo a mamá que tuve un sueño raro, y ella pregunta "¿Qué soñaste?" yo le contesto que soñé un cuento de Benedetti.